Dos de las formas más
comunes de Maltrato infantil es el físico y el emocional, están relacionadas
con la convalidación cultural de modos violentos de interactuar: esta falta de
respeto hacia los derechos del otro (adultos y niños) asume distintas formas de
expresión que no se consideran maltrato. Sin embargo, lo son. Por eso es útil
conocer la diferencia entre límites y castigos físicos, un aspecto de la
crianza marcado por la confusión y que
suele originar conductas abusivas por parte de los adultos.
Por su parte, nuestro Código
Civil, en su Art. 278, nos dice que “Los padres tienen la facultad de
corregir o hacer corregir la conducta de sus hijos menores..” A
continuación dice: “El poder de corrección debe ejercerse moderadamente,
debiendo quedar excluidos los malos tratos, castigos o actos que lesionen o
menoscaben física o psíquicamente a los menores”. Caso contrario serán los
jueces quienes resguardarán a los niños de dichas correcciones excesivas
ejercidas por los progenitores, adoptando las medidas que estimen pertinentes.
Una de dicha medida es la privación de la patria potestad por poner en peligro
la seguridad, la salud física o psíquica o la moralidad del hijo, por los malos
tratamientos, por ejemplos perniciosos, o por inconducta notoria.
Dentro de la crianza, poner
límites en necesario. Implica un “entrenamiento” y una guía para ayudar a los
niños a desarrollar sus propios juicios, su capacidad de autocontrol, su
sentido de eficacia y autonomía, y sus comportamientos sociales adecuados a la
cultura en que viven. La puesta positiva de límites fortalece la creencia de
los niños en sí mismos y, desde esta perspectiva. Les permite desarrollar sus
potencialidades.
En la puesta de límites
se respeta al niño, se tienen en cuenta sus capacidades y se lo estimula para
que desarrolle cierta autodisciplina. El objetivo central es fortalecer la
creencia positiva de los niños en sí mismos y en su capacidad de desenvolverse
adecuadamente en el mismo.
El castigo físico, en
cambio, no está guiado por la intención de apoyar al niño para que desarrolle
sus propios controles internos y su capacidad para tomar decisiones. Por lo
general, se trata de una reacción de enojo del adulto, que no tiene una clara
conexión con la edad del niño y el nivel evolutivo. En tanto refleja la ira del
cuidador, el castigo físico no representa una estrategia reflexiva capaz de
“educar”, ya que el niño suele no estar en condiciones de comprender qué se
espera de su compartimiento. Por el contrario, los controles externos de este
tipo sólo imponen el poder y el dominio, provocando la ruptura de los vínculos
y generalmente, la humillación de quien recibe el castigo físico.
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